jueves, 20 de febrero de 2014

Dos caminos, uno amplio y otro angosto; dos destinos: vida y destrucción...¿por cuál vas tú?


Nuestro Señor lo afirmó una vez y para siempre en el Sermón del Monte: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”


¿Vemos lo que está diciendo? Nos dice: Mira el camino ancho, ve cuan maravilloso parece. Puedes ir con la multitud y hacer lo que hacen los demás; todos ríen y hacen bromas. La puerta y el camino son anchos y espaciosos. Todo parece maravilloso allí y este otro camino parece ser tan miserable:“angosta es la puerta”. Un paso a la vez, una decisión personal, luchando con uno mismo, tomando la cruz. “Estrecha es la puerta, y angosto el camino”. Y es porque miran sólo el comienzo que muchos están en el camino ancho. ¿Qué es lo que les sucede? No miran el fin. “Ancha es la puerta, y espacioso el camino, que lleva a la perdición”“Estrecha es la puerta, y angosto el camino”, pero —y éste es el fin— “lleva a la vida”. El fin de uno es destrucción, el del otro, vida. 

El problema en esta vida es que las personas  miran  sólo  el  comienzo.  Al  parecer  sus  vidas  son  lo  que  nosotros  llamamos  “de película”. Llaman la atención constantemente, y los que la viven dan la apariencia de pasarlo maravillosamente bien. ¡Ah de los jóvenes que han sido criados pensando que la vida es así, y que vivir de este modo es la suprema felicidad! Miremos el fin de ellos. Miremos cómo entran y salen  de  los  juicios  de  divorcio,  convirtiendo  el  matrimonio  en  una  aceptada  prostitución, indignos de tener hijos a causa de sus egoísmos y porque no saben educarlos. Las personas son atraídas por las apariencias. Miran sólo la superficie; miran sólo el comienzo. No miran el fin de este tipo de vida; no piensan, en ningún instante, en el resultado final. De todos modos, es cierto hoy en día, como lo fue siempre, y la Biblia lo dice constantemente, que el fin de estas cosas es “destrucción”.

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