DIOS TODAVÍA ESCOGE AL DÉBILby David Wilkerson | May 2, 2013 |
“Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a los fuertes;” (1 Corintios 1:27).
Dios todavía elige al débil para revelar Su fuerza. ¿Alguna vez te has afligido por tu debilidad? ¿Te has sentido insignificante, frágil e inútil para Dios? ¿Has mirado a otros que parecen ser tan fuertes y perfectos, y en comparación a ellos has pensado de ti mismo que eres demasiado pecador y lerdo para ser usado por Dios? Dios no está buscando gigantes espirituales, sino más bien está buscando santos comunes y corrientes, con la fe de un niño y que hayan perdido toda la confianza en la carne.
Dios va a confundir a los fuertes y sabios ungiendo como Sus instrumentos a los que se consideran débiles y tontos. El Señor pasará por alto a aquellos que confían en el brazo de la carne, quienes confían en su talento, sus conocimientos, su experiencia o su reputación familiar. En lugar de eso, levantará a los abatidos, a los débiles y cansados. El derramará sobre ellos un espíritu de alabanza y un bautismo de amor. Les mostrara Su grandeza, Su fidelidad, Sus pactos, y ellos llegarán a ser fuertes en el Señor y en el poder de Su fuerza.
¿Hay un espíritu en ti que te impulsa a lugares nuevos y más altos en el Señor? ¿Hay un fuego por Dios encendido en tu interior? ¿Sientes un acercamiento a una fe y confianza renovada en Dios? ¡Se agradecido! ¡Esa es la llamada de Jesucristo el Señor!
Sus promesas para nosotros son grandes y preciosas: “¡Cuán grande es tu bondad que has guardado para los que te temen, Que has preparado para los que en ti confían, Delante de los hijos del hombre! En lo secreto de tu presencia los esconderás de intrigas humanas. En un refugio los guardarás de las contiendas de la lengua.” (Salmos 31:19-20).
“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios preparó para los que lo aman, pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios.” (1 Corintios 2:9-10).
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