LA COSECHA FINALby David Wilkerson | June 27, 2013 |
“Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma, yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite.” (Deuteronomio 11:13-14)
La temporada de siembra y cosecha en Israel era exactamente lo opuesto a la nuestra. Las primeras lluvias, que suavizaban el terreno, caían desde octubre hasta fines de diciembre, justo antes de la temporada de siembra. Y las últimas lluvias caían desde marzo hasta abril, justo antes de la cosecha, y esas lluvias maduraban la cosecha.
Es importante notar que estos dos derramamientos siempre tenían que ver con la cosecha: “y recogerás…” (Verso 14). Y, amado, si quieres juzgar cualquier mover del Espíritu Santo para discernir si es de Dios o de la carne, entonces usa este criterio: ¡La obra del Espíritu siempre está enfocada en la cosecha de almas!
No importa qué clase de manifestaciones puedas ver en cualquier avivamiento, no es un verdadero mover de Dios si no está centrado en la cosecha. Las lluvias del Espíritu Santo siempre caen para producir una cosecha de almas.
Dios derramó su Espíritu en la lluvia temprana en Pentecostés para preparar y ablandar la tierra para que la semilla del evangelio fuera sembrada. Sembradores llenos del Espíritu fueron enviados ese día del Aposento Alto a todo el mundo: a Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra para hacer discípulos de Jesucristo.
La iglesia ha visto casi 2,000 años de siembra y crecimiento ¡y es tiempo de cosecha! Todos los que han muerto en Cristo hasta ahora representan los primeros frutos, o la cosecha temprana. Pero Zacarías profetiza acerca de una cosecha final y esa es la razón por la cual Jesús aún no ha regresado (ver Zacarías 12:10). ¡El Señor he estado esperando pacientemente por su última y más grande cosecha de la tierra!
“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.”(Santiago 5:7).
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