Isaías 9:6

"Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz".

Efesios 2:8

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios"

Salmos 19:1

"Los cielos cuentan la gloria de Dios,Y el firmamento anuncia la obra de sus manos."

Juan 6:68

"Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna".

Apocalípsis 1:8

"Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso".

lunes, 11 de agosto de 2014

El perdón

El perdón es la liberación de una obligación pendiente, una deuda, una ofensa, una pena; es la eliminación total de la causa de un delito. Perdonar es entregar, quitar, cancelar, desechar lo que daña, lastima, duele, molesta.
Todos llegamos a ofender, todos hemos sido ofendidos, y por consecuencia, todos necesitamos pedir perdón y perdonar.

Jesucristo nos dejó muchas enseñanzas sobre cómo perdonar y por qué perdonar:

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;” Mateo 6:14

Ofender contra perdonar.

Es muy fácil ofender a nuestros semejantes pero, es muy difícil enmendar la ofensa, por eso, Dios en su Palabra no aprueba al que ofende y no perdona.

“Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale” Lucas 17:3

“Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta 7?” Mateo 18:21

Si Dios nos dejó el mandamiento de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y en lugar de amarles les ofendemos, en lugar de amarles y servirles les negamos el perdón, ¿a quién ofendemos más? Ofendemos a los hombres ¡y caemos en total ofensa a Dios!

“y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos” Lucas 6:31

¿Quién no necesita perdón?

Si le pedimos perdón a Dios, ¿Él nos perdonará? ¡Claro que sí!

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9

¿Pero, en qué  actitud debemos ir a Dios para que  nos  pueda perdonar?   ¡En una actitud  de sincero arrepentimiento, avergonzados de ofenderle cada vez que ofendemos a alguien!

“aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” Isaías 1:17

¿Por qué debemos perdonar al que nos ha ofendido?

¿Qué pasa si no perdonamos? ¿Cómo vivirá alguien a quien violaron sexualmente y no ha podido perdonar? ¿O alguien que sufrió una infidelidad de su cónyuge y no ha perdonado? Alguien que ha sufrido la pérdida de un ser querido que le mataron, ¿cómo vivirá si no ha perdonado a los asesinos de su familiar? ¿Cuánto será el sufrimiento?

¡El dolor de su corazón quizá resentido, dolido, con rencores o hasta quizá con odio en lo más profundo de su corazón! Y no lo puede sacar… ¡porque no ha perdonado!

¿Qué pasa si no perdonamos o si no pedimos perdón? ¿Estaremos bien?
¡Qué diferentes serían nuestras vidas si de verdad pidiéramos perdón y también perdonáramos de corazón! No como aquel que dice “yo perdono, pero nunca olvido”; ¿tendrá paz tal persona?

Mucha gente cuando repite la oración del Padre Nuestro, sin darse cuenta realmente de lo que dice, deja salir de sus labios la siguiente frase: “…perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”

¿¡Estaremos así cumpliendo lo que dejó como enseñanza para dirigirnos a Él!? Y si no perdonamos, ¿acaso nos oirá?

“Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía.  Así también mi Padre Celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermanos sus ofensas” Mateo 18:34-35

Si una persona muere sin haber perdonado una deuda, una ofensa, una agresión, un desprecio, una traición; cuando muera y sea presentada ante la presencia de Dios, ¿será perdonada por Él? Y si no le perdona, ¿a dónde será enviada? ¿Al cielo? ¿Al infierno? ¡Por supuesto que al Cielo no entrará! ¡Ahora entendemos lo grave que es no perdonar!


“No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; PERDONAD y seréis PERDONADOS” Lucas 6:37

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Autor: Sr. Salvador M.
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La vida de fe

LA VIDA DE FE

by Gary Wilkerson | August 11, 2014

             
A la mayoría de nosotros nos gustaría tener la habilidad de hacer ciertas cosas en la vida que no podemos hacer. Estoy hablando de cosas que no son sólo difíciles, sino imposibles.

Incluso los más devotos seguidores de Jesús no pueden arreglar ciertas cosas, pero conocemos a Aquel que sí puede. Lo maravilloso de la vida en Cristo es que llegamos a participar en cosas increíbles que no podríamos hacer por nosotros mismos. De hecho, Jesús nos llama a participar con Él en lograr lo que no podemos hacer por nosotros mismos: ver a nuestros seres queridos llegar a la fe; ver matrimonios rotos restaurados y sanados; ver a los que no son salvos en nuestra comunidad rescatados de una eternidad sin esperanza. A través de nuestra fe en Jesús, podemos llegar a ver, e incluso tomar parte, en este tipo de cosas que se logran por Su poder, majestad y autoridad.

Hebreos 11 es el capítulo conocido como el “Salón de la Fe”, pues lista figuras bíblicas que agradaron a Dios por medio de grandes actos de fe. Desde Abraham a Sarah, hasta David, hasta Samuel, hasta Gedeón y muchos otros, vemos creyentes elogiados, no por sus talentos o logros, sino por confiar en Dios para hacer lo que estaba más allá de sus habilidades. Juntos conforman “una enorme multitud de testigos de la vida de fe” (Hebreos 12: 1 NTV).

Esa frase en cursiva nos dice que hay una vida de fe para ser vivida. Y para obtener esa vida, se nos insta a dejar a un lado todo peso que nos impide confiar en fe: “despojémonos todo peso” (12:1). ¿Cuáles son estos pesos, estos obstáculos a la fe? Conozco a muchos cristianos que están sobrecargados de incredulidad. A medida que consideran sus circunstancias piensan: “Mi necesidad nunca será satisfecha. He orado sin cesar y he pedido a otros que oren por mí, incluyendo líderes de la iglesia, pero la respuesta nunca llega. He intentado de todo y nada funciona”.

El problema de muchos es que miran a sus circunstancias más que al Dios que controla todas las circunstancias. Su fe queda estancada por un “peso que [les impide] correr" (12:1 NTV). Les puedo asegurar, lo que Dios ha prometido nunca puede ser destruido. Cada palabra que Él ha enviado será cumplida finalmente. Satanás lo sabe, y lo único que puede hacer es tratar de frenar los propósitos de Dios para nosotros convenciéndonos de sumirnos en nuestras dificultades. Si tu situación parece desesperada, la vida de fe te llama a creer: “Un día Dios cumplirá lo que soy incapaz de concebir ahora”.