Amigo Jesús,
Te llamo amigo porque me entiendes como nadie más lo hace. Eres el Hijo de Dios. Lo sé. Pero también eres totalmente hombre, como yo.
Tú conoces mis lágrimas, mi dolor, mi soledad y mi desamparo. Tuviste hambre y estuviste cansado. Batallaste con la tentación, como yo. Sabes lo que se siente estar solo. Incluso tus amigos más cercanos te abandonaron cuando más los necesitaste. Y sólo puedo imaginar tu dolor cuando tu propio Padre te volvió la espalda.
Abrázame fuerte, mi Pastor Jesús. Quiero crecer en sabiduría y estatura y en la gracia, como tú lo hiciste (Lc. 2:52). Quiero depender obedientemente de nuestro Padre en los Cielos – no de mí mismo – para todo lo que hago (Jn. 5:19). Por favor, enséñame a descubrir tu gozo, mientras hago morir mis propia voluntad, mis deseos y mis sueños, y cargo tu cruz contigo (He. 12:2).
Gracias por morir en mi lugar. Llevaste contigo todo mi pecado y mi culpa a la tumba, para que nunca sea recordado de nuevo. Eres el victorioso segundo hombre, mucho más superior que el primero. Lo demostraste porque te levantaste de la muerte para reinar como Señor sobre todo, por siempre. No puedo esperar para verte cara a cara y tocar tus manos con las cicatrices de los clavos.
Te amo, mi Pastor, mi Pastor totalmente humano, mi amigo (Jn. 15:15). Eres un modelo para mí, pero eres mucho más. Eres mi vida. Mi esperanza. Mi victoria hoy. Comparte hoy conmigo los secretos en el corazón de tu Padre. Te escucho. Te amo. Amén.
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