"Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas". (Salmos 126:5-6)
El cristianismo florece donde hay cruz y negación. La pena y el sufrimiento son tierra fértil para la preciosa semilla que nos ha sido dada. No en vano el apóstol Pablo le decía a Timoteo, su hijo en la fe: “El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.” (2 Timoteo 2:6). El principio es fácil: trabajar para luego gozarse, y todo el que trabaje duramente por lograr su objetivo tendrá como impulso el participar de los frutos.
Cristo mismo es ejemplo de lo que estamos diciendo. Él mismo estuvo dispuesto a seguir este principio, pues de Cristo se dice que “por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2). Si alguien no se miró a sí mismo a fin de cumplir el propósito eterno del Padre, ese fue Cristo. Los frutos gloriosos que vinieron tras su sacrificio a todos nos han alcanzado.
La única manera de llegar al final es por la fe, sosteniéndose viendo al Invisible. El que no mira el gozo puesto delante de sí, ni considera las fieles promesas de Dios, no puede llegar a ser semejante a Cristo. Mucho menos puede llegar al cielo, pues por fe andamos, no por vista. Mientras andemos en esta tierra el panorama no siempre será alentador y el que no se arma de fe y paciencia no tiene armas en esta guerra, ha perdido la guía y se ha extraviado del camino.
No miremos las circunstancias que nos rodean tanto como las cosas gloriosas que Jesús nos ha preparado, aquí en la tierra y allá en el cielo, si es que en verdad andamos como él anduvo. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Romanos 8:18).
En el corazón del verdadero cristiano no hay lugar para la queja. No nos desalentemos y mejor seamos como aquellos que sacaron fuerzas de la debilidad. Dios sabe multiplicar las fuerzas al que no tiene ningunas.
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” (Gálatas 6:9).
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