Estimados Hermanos,
Meditemos en la reflexión de un fulltimer sobre lo que es morir a nosotros mismos.
“Siempre que leemos la biografía de David Brainerd, Henry Martyn, o alguno de aquellos misioneros que han dado su vida por la causa de Cristo y la extensión de Su Reino, hay como un sentimiento que nos inspira.
Es sin duda, que el Espíritu de Dios nos motiva para que alguno de nosotros anhele el mismo estilo de vida.
La Escritura dice: el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil… (Mateo 26:41b), esto es, que su Espíritu anhela que seamos imitadores (conociendo lo que Cristo con su Espíritu produjo en aquellos hombres) de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
Sin embargo si verdaderamente anhelamos que el Espíritu tome control de nuestra vida para hacernos arder, necesitamos recordar, que siendo Dios el mismo, ayer y hoy y por los siglos, las condiciones para que venga su reino y todo lo que esto trae, no han cambiado.
Sin embargo si verdaderamente anhelamos que el Espíritu tome control de nuestra vida para hacernos arder, necesitamos recordar, que siendo Dios el mismo, ayer y hoy y por los siglos, las condiciones para que venga su reino y todo lo que esto trae, no han cambiado.
Es morir a nosotros mismos. Y esto no es algo místico; en realidad tiene que ver, conentender nuestra vocación que es glorificar a Cristo con nuestra vida y con nuestro ejemplo, en otras palabras: con toda nuestra manera de vivir:
- El padre levantando manos santas y siendo promotor de altares en casa en primer lugar;
- La madre, criando hijos para llevarlos a madurez;
- Los pastores, anhelando ser más conformados a la imagen de aquél que los llamó en humildad y servicio cuidando al rebaño;
- La iglesia en conjunto, siendo lo que siempre debe ser, la columna y baluarte de la verdad.
Caer a tierra y morir es agradar a Cristo con nuestra vida y con nuestro ejemplo, de manera que verdaderamente los demás anhelen, al ver nuestras vidas, también morir a ellos mismos teniendo los mismos sentimientos y los mismos afectos.
Si no hay esto, no hay realidad de nuestra vida cristiana. Pero si lo entendemos y lo llevamos a cabo, su Espíritu que nos anhela celosamente, glorificará a Cristo, de la misma manera que le glorificó con la vida de aquellos misioneros que ardieron y se consumieron por su causa.
Si no hay esto, no hay realidad de nuestra vida cristiana. Pero si lo entendemos y lo llevamos a cabo, su Espíritu que nos anhela celosamente, glorificará a Cristo, de la misma manera que le glorificó con la vida de aquellos misioneros que ardieron y se consumieron por su causa.
Amén.”
¿Qué te parece?
Tomado de : L@s Fulltimers
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