“Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17:5-8).
Jeremías presenta dos leyes inmutables de la vida espiritual: Una conduce a la vida y a la esperanza; la otra, a la muerte y a la desesperación. Estas son las claves para entender porqué algunos cristianos disfrutan de una constante paz y gozo en el Señor, mientras que otros andan a tientas en la desesperación y la falta de esperanza.
¿Cómo se puede saber si estamos confiando en el hombre en lugar de Dios? Si te desmoronas cuando alguien más te defrauda, o si los actos de otros afectan tu caminar con Dios, entonces ¡sabrás que estás confiando en brazo de carne!
Si pones tu confianza en el hombre, puedes estar seguro de que saldrás lastimado, porque en algún momento alguien te decepcionará y defraudará profundamente. "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9).
La mayor parte del sufrimiento y falta de esperanza que experimentamos es el resultado de haber sido decepcionados por parte de alguien en quien pusimos nuestra confianza. Una esposa podría decir: "Si mi esposo cambiara, ¡yo sería feliz! En realidad, él me ha herido profundamente. Él me descuida y ni siquiera trata de entender. Está matando mi amor”.
Tu problema no es con tu esposo, sino con Dios. Jeremías dice que tú eres como una retama en el desierto, que no cuando viene el bien, sino que mora en los sequedales del desierto. Esto significa que estás desconectado de la verdadera fuente de felicidad y esperanza. Has descuidado al Señor y no estás acercándote a Su agua viva. ¡Te has convertido en un arbusto muerto y seco, estéril y sin fruto!
Fuera de Dios, no puedes confiar en que algo o alguien te dará alegría y esperanza. Lo que crees que solucionará tu problema, sólo podría hacerte sentir peor.